La palabra medir proviene del sánscrito matra que es a su vez métrica y matriz, aquello que establece de por si unos límites. En los negocios (negotium) se pretende medir de todo, hasta los pretendidos seguidores o los me gusta de las Redes Sociales.
¿Y si nos preguntáramos seriamente por esas cosas que no se pueden medir? Sí, estamos hablando de las cualidades como el amor, el tiempo, la alegría, la satisfacción, incluso la ira… es decir valores o la espiritualidad.
Lo material tiene límites y por lo tanto es susceptible de ser medido. Hoy en día en el ánimo de controlar todo por KPI’s y rondas de Evaluaciones de Desempeño, nos atrevemos a medir hasta la llamada Inteligencia Emocional y sus derivados: las emociones.
La pregunta que siempre me asalta es: ¿Quién se adjudica la potestad de evaluar, juzgar, premiar o corregir esas cualidades?
Desde luego no es el corazón de las personas, sino una afilada espada de la mente que separa y ajusta según unos objetivos, de por si materiales y medibles y quizás no tan SMART como podamos creer.
Por cierto, para dar un primer paso: ¿Cómo mides tu felicidad?